Title: Cuentos chilenos de nunca acabar
Author: Ramón A. Laval
Release date: October 16, 2022 [eBook #69164]
Language: Spanish
Original publication: Chile: Imprenta Cervantes
Credits: Chuck Greif and the Online Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was produced from images available at The Internet Archive)
POR
RAMON A. LAVAL
SANTIAGO DE CHILE
IMPRENTA CERVANTES
BANDERA, 50
——
1910
El recuerdo de las personas que conocimos i el de las acciones, casi siempre insignificantes, que ejecutamos en el rápido curso de nuestra infancia, son, sin duda, los que mas persisten en nuestra memoria. La zancadilla que dimos al compañero de colejio que no hemos vuelto a ver, las pequeñas diabluras que haciamos al maestro, los guantes[1] que él solia aplicarnos con fervoroso celo, los juegos con que nos divertiamos en la única hora de recreo que teniamos i en el corto rato de libertad que nuestros padres nos daban en la noche, perduran como fotografiados en las cámaras de nuestros cerebros. Todas éstas son cosas que nadie olvida. ¿Qué estraño, pues, que yo recuerde con verdadero placer aquellos hermosos años de mi niñez en que tan rápidas pasaban las horas que compartia entre el estudio i el juego? ¿I cómo olvidar a aquella {4}excelente viejecita, la mama Antuca, que nos cuidaba a todos los chicos de la casa como si fuéramos sus hijos? ¡Cuántos años han pasado desde entonces! i sin embargo todavía me parece verla, con su carita arrugada, sentada al lado del enorme brasero, i nosotros, mis hermanos i yo, rodeándola, escuchando atentos sus cuentos maravillosos en que figuraban como principales personajes, cuando ménos un príncipe encantado, un culebrón con siete cabezas i los leones que dormian con los ojos abiertos; o las aventuras, siempre interesantes, del Soldadillo, de Pedro Urdemales o de Puntetito, aquel Puntetito a quien se tragó el buei al comerse una mata de lechuga entre cuyas hojas se habia ocultado el simpático chiquitin.
Un rato despues de la comida, libre ella de sus menesteres i fatigados nosotros de corretear en la plazuela vecina jugando con otros chicos al {5}pillarse, al tugar,[2] a los huevos,[3] o a las escondidas, nos congregábamos a su lado, i sentados los mas en el suelo con las piernas cruzadas, i acariciados por el suave calor que irradiaba el brasero, nos estábamos pendientes de sus relatos, mirándola sin pestañear, a no perder una sola de sus palabras, hasta que el sueño nos rendia i ella misma nos iba a acostar.
—Mama Antuca, le dije una noche en que nos referia casos de aparecidos, que nos ponian los pelos de punta i nos hacian mirar a un lado i a otro, asustados, creyendo ver deslizarse en la penumbra de la pieza no alumbrada sino por los débiles resplandores de la llama del brasero, una sombra que estendia su mano negra i velluda para cojernos, mama Antuca, le dije, cuéntenos mejor un cuento.
—Pero, hijito, si ya les hei contao toos los que sabia!
—No importa, mama; cuéntenos otra vez cualquiera de ellos, el del compadrito león, mas que no sea[4].
—Pero si ese se los hei contao por lo ménos veinte veces. Mejor les contaré el del Gatito montés.
—Bueno! bueno! gritamos en coro, cuéntenos el del Gatito montés.
—Pa saber i contar i contar pa saber; estera i esterita, pa secar peritas; estera i esterones, pa secar orejones; no l’eche tantas chacharachas,[5] porque la vieja es mui lacha[6]; ni se las deje d’echar, porque de too ha de llevar: pan i queso pa los tontos lesos; pan i harina, pa las monjas capuchinas; pan i pan, pa las monjas de San Juan. Est’era un ga{6}tito montés, que tenia la cabeza de trapo i el potito[7] al revés ¿queris que te lo cuente otra vez?
Uno de los que allí estábamos esclamó «bueno», i la viejecita comenzó de nuevo: Pa saber i contar i contar pa saber...» hasta terminar el largo preámbulo i seguir: «Est’era un gatito montés, que tenia la cabeza de trapo i el potito al revés ¿queris que te lo cuente otra vez?»
I no faltó otro niño bellaco que dijese «bueno», i la mama Antuca, inpertérrita, comenzó de nuevo: «Pa saber i contar i contar pa saber....» etc.
Este fué el primer cuento de nunca acabar que oí en mi vida: i, no obstante la poca o ninguna gracia que entónces me hizo, ahora lo recuerdo con gusto. Años mas tarde he oido otros, especialmente a otra vieja, la Polonia González, a quien mis niños llamaban la Pollonguita i que era una verdadera cutama[8] de cuentos. No son mui numerosos, pero por si solos constituyen un interesante capítulo del folk-lore chileno. Helos aquí:
Est’era un gato que tenia los piés de trapo i la camisa al revés ¿queris que te lo cuente otra vez?
Gato sarapo, calzones de trapo, cabeza al revés ¿queris que te lo cuente otra vez?{7}
Los cuales, como se ve, son simples variantes del que contaba la mama Antuca, i casi el mismo que trae Rodríguez Marin en el tomo I, pájina 47, núm. 63 de sus Cantos Populares Españoles[10]:
—Estos eran tres: dos italianos i un inglés. El inglés tiró su espada; los mató i no los mató. ¿Querís que te cuente lo que pasó?
—Bueno.
—Estos eran tres: dos italianos i un inglés. El inglés tiró su espada; los mató i no los mató. ¿Querís que te cuente lo que pasó?... etc.
—¿Querís que te cuente el cuento del Gallo pelao?
—Bueno.
—Pues, pásate p’al otro lao.
—¿Querís que te cuente el cuento del mentao candaito?
—Ya ’stá, cuéntameló.
—Andá p’ajuera i guelve lijerito; no te demorís mucho porqu’es mui bonito.{8}
Estos seis cuentos podrian calificarse mas bien cuentos de pega, porque con ellos se engaña al auditorio, que queda defraudado en la esperanza de oir un cuento de los comunes. Ademas, para que lleguen a ser de nunca acabar, es menester que los del corro se lleven contestando «bueno», «ya está», «cuéntelo no mas», u otra espresion semejante, a la pregunta con que termina el contador cualquiera de los cuatro primeros, o pasándose de un lado a otro en el quinto, o saliendo i volviendo a entrar en el sesto.
—¿Queris que te cuente el cuento de la mula baya de don Pedro Arcaya?
—Ya está.
—Yo no te digo que me digais «ya está», sino si acaso queris que te cuente el cuento de la mula baya de don Pedro Arcaya.
—Bueno, cuéntameló.
—Yo no te digo que me digais «bueno, cuéntameló», sino si acaso queris que te cuente el cuento de la mula baya de don Pedro Arcaya.
I así sucesivamente, hasta que uno de los interlocutores, aburrido, se calla o se retira.
Este cuento, que tambien es de pega, pertenece a la misma clase que el arjentino del Gallo pelado que refiere el doctor Lehmann-Nitsche en la pájina 297 de la Revista de Derecho, Historia i Letras, de Buenos Aires, número de Julio de 1908, i el de la Buena Pipa o Pipita, que puede leerse en Rodríguez Marin, tomo I. pájina 112, nota 20.
En Cuba tambien existe un cuento del Gallo pelado; pero es, por la forma, una mezcla del cuento 1 del Gatito montes i del de la Mula baya:
—«Este era un Gallo pelado que tiene los pies de trapo i la cabeza al reves; ¿quiéres que te lo cuente otra vez?
—Sí.{9}
—Yo no digo que digas que si, sino que si quieres que te cuente el cuento del Gallo pelado?...»[11].
El procedimiento que se sigue en los tres es exactamente el mismo.
Est’era un rei que tenia dos hijos, uno era mas grande i otro mas chico, uno se llamaba Pancho i otro Francisco. Cuando el rei se levantaba, se levantaba con sus dos hijos, uno era mas grande i otro mas chico, uno se llamaba Pancho i otro Francisco. Cuando el rei almorzaba, almorzaba con sus dos hijos, uno era mas grande i otro mas chico, uno se llamaba Pancho i otro Francisco. Cuando el rei salia a la calle, salia con sus dos hijos,... etc.
Se comprende que con este sistema puede el contador repetir el cuentecillo miéntras viva, ya que no ha de faltarle alguna dilijencia, asunto o negocio que achacar al rei para que lo haga o despache en compañía de sus hijos, pues tiene la facilidad de marchar con ellos paso a paso i momento a momento.
Este i los demas que siguen tienen todos los caractéres del verdadero cuento de nunca acabar.
Este era un rei que tenia una vaca, i la vaca tenia una cabeza, i la cabeza era de la vaca i la vaca era del rei; i la vaca tenia dos cachos,[12] i los dos cachos eran de la vaca, i la vaca era del rei; i la vaca tenia dos ojos i los dos ojos eran de la vaca, i la vaca era del rei; i la vaca tenia una nariz, i{10} la nariz era de la vaca i la vaca era del rei;..... i la vaca tenia una cola, i la cola era de la vaca, i la vaca era del rei; i la vaca tenia un ternero, i el ternero era de la vaca i la vaca era del rei; i el ternero tenia una cabeza, i la cabeza era del ternero i el ternero era del rei; i el ternero tenia dos cachos, i los dos cachos eran del ternero, i el ternero era del rei;.... i el rei tenia otra vaca....
I como esta vaca era madre de otro ternero, i el rei poseia muchas otras vacas, cada una con su correspondiente ternero, i las vacas i los terneros tenian cabeza, cachos, etc. resulta que el cuento no se acaba nunca.
Esta era una bruja que tenia encantada a una princesa mui linda a quien habia encerrado en un ranchito[13] de donde siempre salia un humito. Sucedió que un príncipe mui poderoso vió el retrato de la princesa i se enamoró de ella i salió a buscarla para hacerla su mujer. Despues de mucho andar llegó donde la bruja, i señalándole el retrato, le preguntó si podia darle noticias del paradero de la princesa. La bruja le contestó que, aunque sabia en qué parte la princesa se hallaba, sólo podia decirle que estaba encantada i encerrada en un ranchito de donde siempre salia un humito i que mucho habria de costarle dar con ella, pero que cuando la encontrara cesaría el encantamiento. Con esto que oyó el principe, quedó mui esperanzado i siguió inmediatamente en busca de su adorada. Anduvo meses de meses i despues de pasar muchos trabajos, se encontró por fin con un ranchito del cual salia un humito i a cuya puerta estaba sentada una vieja.—Señora, le dijo el príncipe, busco a la princesa que representa este retrato ¿no estará por casualidad en esta casa?—No, mi señor, le contestó la vieja, pero puede ser que esté en un ranchito de donde sale aquel humi{11}to que desde aquí se divisa. Siguió el príncipe andando muchos dias, porque el rancho estaba mui lejos, i cuando llegó a él, vió a una vieja que estaba sentada a la puerta i le dijo:—Señora, busco a la princesa que representa este retrato ¿no estará por casualidad en esta casa?—No, mi señor, le contestó la vieja, pero puede ser que esté en un ranchito de donde sale aquel humito que desde aqui se ve.—Siguió el príncipe caminando muchos dias mas, porque el rancho estaba mas lejos de lo que parecia, i cuando llegó a él, vió a una vieja que estaba sentada a la puerta i le dijo:—Señora, busco a la princesa que representa este retrato....
I el príncipe recibió la misma respuesta que de la vieja anterior i siguió andando i encontrando nuevos ranchos con sus humitos i las viejas correspondientes, a las cuales dirijia la consabida pregunta, que siempre era contestada en la forma ya dicha. De suerte que el príncipe hasta ahora anda en la aventura de buscar a la princesa encantada, sin adelantar cosa en su dilijencia.
I salieron ciento, i mil, i cien mil, i aquello era para aburrir a un santo, porque el granero era mui grande i tenia muchísimo trigo.
En las pájinas 71-72 del tomo I del Libro de Lectura, por M. Retamal Balboa, 4.ª edición, Santiago, 1902, hai un capítulo intitulado El cuento que no se acaba nunca, i que dice así:
«Un rei árabe mui aficionado a los cuentos, ofreció una gran recompensa al que contara uno que no se acabara nunca.
Muchos se presentaron, contaron largos cuentos, pero cuando concluyeron, fueron asesinados.
Al fin se presentó un estranjero, que principió su cuento de esta manera:
Se anunció en mi pais una escasez mui grande.
En prevision, el buen rei hizo construir graneros, que llenó con una inmensa cantidad de trigo.
Llegó la anunciada escasez i el hambre, e innumerables hormigas.
Estas consiguieron abrir al granero un agujerito, por el que cabia un solo grano.
Entró una hormiga i sacó un grano de trigo.
—¿I qué más? preguntó el rei.
—Entró otra hormiga i sacó otro grano.
—Pero ¿qué más? dijo el monarca.
—«Altísimo señor, yo no puedo mentir; entró otra hormiga i sacó otro grano.
I por mas de seis meses estuvo diciendo con mucha calma:
I entró otra hormiga i sacó otro grano.
Aburrido al fin el rei con esta cantinela, gritó mui enojado:
¡Tuya es la recompensa! ¡Me has hostigado con tanta hormiga! ¡Déjame en paz!»
No cabe duda de que éste i el anterior en verso son un mismo cuento; i, aún sin saber la procedencia del que acabo de trascribir, casi podria asegurar que el primero, en verso,{13} ha dado oríjen al segundo. Aquél, por lo ménos, tiene el sello de ser mas antiguo.
Este era un vendedor de gansos que tenia muchos miles de estas aves, i un dia que supo que donde el rei iban a tener una gran fiesta, quiso llevarlos todos para ver si se los compraban. En el camino tropezó con un rio que llevaba mucha agua, i buscando i buscando por donde pasarlo, dió al fin con un puentecito mui angosto, por el que no cabia mas que un ave. Puso entónces todos sus gansos en fila, de a uno en fondo, i ocuparon muchas leguas de largo; entónces hizo que pasara un ganso por el puentecito; despues otro; despues otro... etc. (El que cuenta se queda callado, i cuando le preguntan ¿i qué hubo?, responde: todavia van pasando los gansos).
Este cuentecillo tiene gran parecido con el de los Pavos que refiere Rodríguez Marin en el tomo I, pájina 112, nota 20 de su obra citada.
En la calle de la Nevería[15] habia un hombre que tenia un zorzal, i era tan bonito el zorzal i cantaba tan bien el zorzal, que no habia zorzal como aquel zorzal. Un dia pasó un caballero en coche particular i vió el zorzal i oyó cantar al zorzal, i dijo: «¡qué bonito es este zorzal i qué bien canta este zorzal!» Preguntó por el dueño del zorzal para comprar el zorzal; pero el dueño del zorzal no quiso vender el zorzal porque era tan bonito su zorzal i cantaba tan bien el zorzal{14} que no habia zorzal como su zorzal. El caballero se fué mui triste pensando en el zorzal. Pero al dia siguiente pasó otro caballero en coche particular i vió el zorzal i oyó cantar al zorzal, i dijo: «¡qué bonito es este zorzal i que bien canta este zorzal!» Preguntó por el dueño del zorzal para comprar el zorzal; pero... etc.
Este otro cuento que sigue se supone relatado por un cheuto[16], cuyo defecto no le permite pronunciar bien la p, que confunde con la f:
Una vez un fililo, borracho como una farra, armó un bochi[18] de todos los diachos[19]. Llegó un faco[20] i le gritó «fase f’entro»; fero el fililo, en lugar de obedecer, levantó un garrote i... falo i falo, i entonces el faco... fito i fito[21]. En lo mejor llegó otro fililo a ayudar a su confañero, i detras del fililo, otro faco; i los fililos, falo i falo, i los facos, fito i fito. Entónces llegó otro fililo a ayudar a sus compañeros, i detrás del fililo, otro faco; i los fililos, falo i falo... etc.
Aunque este cuentecillo parezca ser orijinario de la Arjentina, por figurar en él el nombre de dos ciudades de esa República, bien puede ser que no lo sea, pues tambien corre de esta manera:
de lo cual resulta que tambien nos ha podido venir de Méjico, cerca de cuya ciudad hai un pueblecito que se llama Santa Fé.
No obstante de que esta flauta no tiene sino un portillito, Bartolo puede llevarse tocando en ella hasta la consumacion de los siglos... si su vida llega hasta entónces.
Este cuento del pato, que tan popular era entre los niños, lo he oido despues de esta otra manera, que estimo sea la forma orijinal:
que es una variante del número 4.
I por fin, el que sigue, que debo a la bondad del señor Ismael Parraguez; pero que no me parece popular, por figurar en él el vocablo tajante, que no emplea sino la gente educada.
Dos cosas principalmente llaman la atencion en estos cuentos: primero, que son, en jeneral, brevísimos; i segundo, que con escepcion del número 9, el de la Vaca del Rei; del número 10, del Humito; del número 12, de los Gansos; i del número 14, del Fililo, son en verso o rimados.
Ya ántes hice notar que los siete primeros, mas que de cuentos de nunca acabar, podian calificarse de cuentos de pega; pero los trece restantes no hai duda de que son, en todo i por todo, verdaderos cuentos de nunca acabar, pues miéntras viva el que los dice i tenga paciencia i cachaza suficientes el que los oye, el cuento no se ha de concluir.
Todavia debo observar que en estos trece últimos cuentos hai dos clases perfectamente distintas: una en que se repite la última parte del cuento (núms. 8, 9, 10, 11, 12, 13 i 14) i otra en que el último verso, porque éstos son todos en verso, se encadena naturalmente con el primero i se ve uno precisado a decirlo todo entero de nuevo, hasta que quiera terminar (núms. 15, 16, 17, 18, 19, 20 i 21).
Hai algunas otras piezas populares que tienen cierta analojia con las anteriores; i son, el cuento tan conocido de La Tenquita que se quemó la patita en la nieve; la tonada de La Cuja, que por los años de 1885 i 1886 cantaba el ciego Acuña en el teatrito del Santa Lucía, cuando éste constaba de sólo el proscenio i los espectadores se sentaban a cielo descubierto; i por fin, la tonada del Real i medio. En todas tres hai las repeticiones de los cuentos de nunca acabar; pero difieren de éstos en que, tanto en el cuento como en las tona{19}das, en cada repeticion entra siempre un nuevo elemento, lo cual contribuye a que uno i otras vayan creciendo poco a poco. No son de nunca acabar; pero sin necesidad de hacer trabajar mucho la imajinacion, pueden alargarse a voluntad, casi indefinidamente.
Al relatar el cuento i al cantar las tonadas, es de regla decir de una sola tirada la parte que se repite con el agregado correspondiente, de lo cual resulta que al llegar a lo último, la recitacion i el canto tienen que ser sumamente rápidos, a fin de no hacer ninguna pausa para respirar.
El cuento es una de las diversas variantes del que ya publicó el Dr. Lenz en 1892 en la pájina 296 del tomo VI de las Phonetische Studien. Creo que las tonadas han permanecido inéditas hasta ahora.
Ademas de estas piezas, conozco otras que tienen ciertos caractéres que las asimilan a los cuentos de nunca acabar. Una de ellas es el de La Mata de Cóguiles,[24] que tambien creo inédito i que va al fin de esta compilacion. En tres ocasiones el viejo héroe de la narracion sube hasta el cielo i desciende despues a la tierra escalando las ramas de una mata de cóguiles, i el que hace el relato refiere que en cada una de ellas el viejo subió o bajó de gancho en gancho... de gancho en gancho... de gancho en gancho..., espresion que algunos suelen repetir hasta el aburrimiento en las siete veces que aparece en el cuento. Cuando me lo refirieron por primera vez, el narrador llegó solamente hasta la primera ascension i estuvo diciendo largo rato de gancho en gancho... de gancho en gancho,..... hasta que preguntado qué era lo que seguia, contesto: «lo que sigue es que el viejo va subiendo todavía, porque fíjese, pues, señor, que la mata llega hasta el cielo i está principiando a subir no mas de gancho en gancho..... de gancho en gancho..... de gancho en gancho.....», i no hubo santo que sacara a aquel bárbaro de allí. El modo de proceder en este caso es igual al del cuento Núm. 12 de los Gansos.{20}
(Contado por Polonia González, de 50 años, natural de Colchagua).
Pa saber i contar, etc.
Est’ era una tenquita que tenia unos tenquitos mui lindos qui acababan de salir der huevo, i que jué una mañanita a buscarles que comer. I cómo era invierno i había quéido muchaza nieve, donde la tenquita se paró en er suelo, la nieve le quemó una patita. Entonces la tenquita se puso a llorar, mui aflijía der verse cojita, i le dijo a la nieve:
—Nieve, ¿por qué sois tan mala que me quemais la patita a mí?
I la nieve es que le ijo:
—Mas malo es er sol que me reite a mí.
Entonces la tenquita jué ond’ er sol, i es que le ijo:
—Sol, ¿por qué sois tan malo que reetís la nieve i la nieve me quema una patita a mí?
—Mas malo es el ñublao que me tapa a mi.
Entónces la tenquita es que jué ond’ el ñublao, i es que le ijo:
—Ñublao, ¿por qué sois tan malo que tapais er sol, er sol reíte la nieve i la nieve me quema una patita a mí?
—Mas malo es er viento que me corre a mí.
Se jué la tenquita ond’ er viento i es que le ijo:
—Viento, ¿por qué sois tan malo que corrís el ñublao, el ñublao tapa er sol, er sol reíte la nieve i la nieve me quema una patita a mí?
—Mas mala es la paer que me ataja a mí.
Jué la tenquita onde la paer i es que le ijo:
—Paer, ¿por qué sois tan mala qui atajais er viento, er viento corre el ñublao, el ñublao tapa er sol, er sol reíte la nieve i la nieve me quema la patita a mí?
—Mas malo es el raton que me aujerea a mí.
Jué la tenquita ond’ el raton i es que le ijo:{21}
—Raton, ¿por qué sois tan malo qui aujeriais la paer, la paer ataja er viento, er viento corre el ñublao, el ñublao tapa er sol, er sol reíte la nieve i la nieve me quema la patita a mí?
—Mas malo es er gato que me come a mí.
Jué la tenquita ond’ er gato i es que le ijo:
—Gato, ¿por qué sois tan malo que te comis al raton, el raton aujerea la paer, la paer ataja er viento, er viento corre el ñublao, el ñublao tapa er sol, er sol reíte la nieve i la nieve me quema una patita a mí?
Mas malo es el perro que me corre a mí.
Entónces la tenquita se jué ond’ er perro i es que le ijo:
—Perro, ¿por qué sois tan malo que corris al gato, el gato come al raton, el raton aujerea la paer, la paer ataja er viento, er viento corre el ñublao, el ñublao tapa er sol, er sol reíte la nieve i la nieve me quema la patita a mí?
—Mas malo es er palo que me pega a mí.
Jué entónces la tenquita ond’ er palo, i es que le ijo:
—Palo, ¿por qué sois tan malo que pegais ar perro, er perro corre ar gato, er gato come al raton, el raton aujerea la paer, la paer ataja er viento, er viento corre el ñublao, el ñublao tapa er sol, er sol reíte la nieve i la nieve me quema la patita a mí?
—Mas malo es er juego que me quema a mí.
Jué la tenquita ond’ er juego i es que le ijo:
—Juego, ¿por qué sois tan malo que quemais er palo, er palo pega ar perro, er perro corre ar gato, er gato come al raton, el raton aujerea la paer, la paer ataja er viento, er viento corre el ñublao, el ñublao tapa er sol, er sol reíte la nieve i la nieve me quema la patita a mí?
—Mas mala es l’ agua que mi apaga a mí.
Jué la tenquita onde l’ agua i es que le ijo:
—Agua, ¿por qué sois tan mala que apagais er juego, er juego quema er palo, er palo pega ar perro, er perro corre ar gato, er gato come al raton, el raton aujerea la paer, la paer ataja er viento, er viento corre el ñublao, el ñublao tapa er sol, er sol reíte la nieve i la nieve me quema la patita a mí?{22}
—Mas malo es er güei que me toma[26] a mí.
Entónces la tenquita se jué ond’ er güei, i es que le ijo:
—Güei, ¿por qué sois tan malo que te tomais l’ agua, l’ agua apaga er juego, er juego quema er palo, er palo pega ar perro, er perro corre ar gato, er gato come al raton, el raton aujerea la paer, la paer ataja er viento, er viento corre el ñublao, el ñublao tapa er sol, er sol reíte la nieve i la nieve me quema la patita a mí?
—Mas malo es er cuchillo que me mata a mí.
Se jué la tenquita ond’ er cuchillo i es que le ijo:
—Cuchillo, ¿por qué sois tan malo que matais ar güei, er güei se toma l’ agua, l’ agua apaga er juego, er juego quema er palo, er palo pega ar perro, er perro corre ar gato, er gato come al raton, el raton aujerea la paer, la paer ataja er viento, er viento corre el ñublao, el ñublao tapa er sol, er sol reíte la nieve i la nieve me quema la patita a mí?
—Mas malo es el hombre que me hace a mí.
Jué la tenquita onde l’ hombre i es que le ijo:
—Hombre, ¿por qué sois tan malo que hacís er cuchillo, er cuchillo mata ar güei, er güei se toma l’ agua, l’ agua apaga er juego, er juego quema er palo, er palo pega ar perro, er perro corre ar gato, er gato come al raton, el raton aujerea la paer, la paer ataja er viento, er viento corre el ñublao, el ñublao tapa er sol, er sol reíte la nieve i la nieve me quema la patita a mí?
—Preduntáselo ar Señor que m’ hizo a mí.
Jué entonces la tenquita onde su Divina Majestá, e hincándose delante de Ella hasta que besó er suelo con la boca, es que le ijo:
—Señor, ¿por qué hicistes al hombre, el hombre hizo er cuchillo, er cuchillo mata ar güei, er güei se toma el agua, el agua apaga er juego, er juego quema er palo, er palo pega ar perro, er perro corre ar gato, er gato come al raton, el raton aujerea la paer, la paer ataja er viento, er viento corre el ñublao, el ñublao tapa er sol, er sol reíte la nieve i la nieve me quema la patita a mí?{23}
I la tenquita se puso a llorar que era una compasion i daba pena der verla.
Entónces el Señor compadecío e la esgracia e la pobre avecita, es que le ijo:
—Andavéte bien tranquila, tenquita, a cuidar a tus tenquitos, qu’ están con mucho frio i tienen much’ hambre.
La tenquita, como güeña cristiana, obedeció ar tirito, i cuando llegó a su niito s’ encontró con que tenia güeña i sana la patita quemá.
Por este mismo estilo es el cuento de El Raton Hilandero, publicado en la pájina 113 del Primer Libro de Lectura por Manuel Guzman Maturana, Santiago, 1906; pero no me parece que sea éste un cuento popular, ignoro si es produccion orijinal del señor Guzman Maturana; sin embargo me inclino a creer que es una traduccion o una simple adaptacion de otro idioma al castellano. Tambien tiene alguna semejanza a éstos, por el procedimiento que se sigue, un juego de prendas con que Rodríguez Marín, ilustra la nota 171, pájina 148 del tomo I de su obra citada, y que comienza:
A esta clase pertenece asimismo el cuento portugues de la Carochiña, con cuya traduccion mi buen amigo el brasilótilo don Clemente Barahona Vega ha querido favorecerme, i que transcribo en seguida por el gran parecido que tiene la primera parte de él con el cuento chileno de El Raton Pérez i con el español de La Hormiguita, el primero que{24} trae Fernan Caballero en sus Cuentos, Oraciones i Adivinas[27] i el cual, seguramente, es el progenitor del nuestro.
El cuento de la Carochiña[28]
Esta que era una Carochiña que, barriendo un dia la casa, se halló una moneda, i fué al punto a contárselo a una vecina, preguntándole:
—¿Qué haré con esta monedita?
Le respondió la vecina:
—Compra dulces.
—Nada, nada de eso, que es golosina, replicó la Carochiña.
Fué a verse, entónces, con otra vecina, la cual le aconsejó lo mismo.
Consultó, por fin, a una tercera, i ésta le recomendó:
—Compra cintas, flores, brazaletes i dijes, i anda en seguida a ponerte en la ventana, para decir a todo el que pase:
Fuése a comprar muchas cintas, encajes, flores, brazaletes i dijes; se afeitó cuanto pudo, i so colocó asomadita en la ventana, diciendo:
Pasó un buei, i dijo:
—Yo quiero casarme contigo.
—¿Cómo es tu voz?
—Múuu...
—¡Ai! no me sirves, porque me recordarias a los niños de noche.
Despues tornó a decir:
Pasó un burro, i dijo:
—Yo quiero.
—¿Cómo es tu voz?
El burro rebuznó.
—¡Ai! esclamó ella, no me sirves, porque me despertarías a los niños de noche.
Despues pasó un cerdo, i la Carochiña le dijo:
—A ver tu voz.
—Cocho, cocho...
—¡Ai! no me sirves, porque no me dejarias dormir los niños de noche.
Pasó un perro, i la Carochiña quiso conocerle la voz.
—Guau, guau...
—¡Ai! tampoco me sirves, con tus ladridos me espantarias de noche a los niños.
Pasó un gato:
—Oigamos tu voz.
—Miau, miau...
—¡Uf! no me dejarias dormir a ningun chico de noche.
Pasó un ratoncito.
—Yo quiero casarme con la Carochiña.
—¿Cómo es tu voz?
El raton frunció el hociquito i emitió un suave chillido.
—Tú sí que me convienes para marido; contigo me caso.
Entónces el raton se casó con la Carochiña i tomó el nombre de Juan Raton.
Vivieron algunos dias mui felices; pero, habiendo llegado{26} el domingo, la Carochiña le pidió que, miéntras ella iba a misa, él se quedase atendiendo en la cocina la olla en que se cocian los frejoles para el almuerzo. Juan Raton se puso cerca del fogon, i para ver si los frejoles ya estaban cocidos, metió la mano derecha en la olla, i la mano le quedó pegada; metió la otra, i pasó lo mismo; metió despues una patita, i la otra, i todo el cuerpo quedó preso en la olla i se coció con los frejoles.
Volvió la Carochiña de misa i, como no divisase a Juan Raton, lo buscó por todos los rincones, sin dar con él. Luego llegará, se dijo; yo no puedo esperarlo porque tengo hambre, i se dispuso a almorzar.
Pero, al servirse los frejoles en el plato, apareció Juan Raton muerto i cocido con ellos. Al punto la Carochiña se echó a llorar a gritos, i una mesita de tres piés que ella tenia, le preguntó:
Dijo luego una puerta:
Dijo luego una llave:
Dijo luego un pino:
Vinieron los pajaritos a descansar en las ramas del pino, i al verlo arrancado de cuajo, dijeron:
Los pajaritos se sacaron los ojitos, i despues fueron a la fuente a beber agua.
I les dijo la fuente:
Vinieron los hijos del Rei con sus cantaritos para llevar agua de la fuente, i al verla sin una gota, esclamaron:
Volvieron los niños a palacio, i la Reina alarmada les preguntó:
I les repuso la madre, en el acto:
(Referido por Carolina del Pino, natural de Conchalí, de 20 años).
Est’eran un viejo i una vieja qui eran mui pobreh[29] i se mantenian con lo que leh daban loh vecinoh.
Un día jueron a peírle que leh diera algo a un campesíno, i er campesíno se lamentó mucho de que no tuviera na que darleh, porque tamien era mui pobre i ademah tenia mucha familia. Al pobre campesino le dió mucha pena del ver aquelloh viejoh que no tenian quien loh ayudara, i leh puso asiento mientrras iba a ver si tenia argo que darleh. Buscó por toah parteh, pero no encontrró na. Cuando ya se venia, si acordó que tenia una semillah, i lah trrajo pa árselah. Cuando gorvió leh ijo: «no hei encontrrao naa mah qu’ esta’ semiliah; siémbreláh, porque son de coileh, i una veh que crezcan le’ serviran pa venderleh el fruto». Loh viejoh dieron de mala gana lah graciah, porque pa elloh hubiera sio mejor que leh hubieran dao plata.
Llegaron a la casa, hicieron un hoyo i echaron la’ semiliah; luego leh echaron harta tierra i much’ agua.{35}
Siguieron pidiendo limosna i ni por cuando[30] si acordaron de la’ semillah.
La’ semillah echaron broteh i dia por dia s’ iban poniendo mah bonitah.
Un dia se li ocurrió ar viejo dentrrar a ver si si habian secao la’ semillah; cuándo ha visto la media mata[31], pueh, i si ha queido de culito der susto que le dió.
Se jué corriendo avisarle a la vieja, le contó lo grande qu’ estaba la mata i le ijo que ya pasaba la casa. La vieja no le creyó i se vino corriendo a ver si era cierto; cuando vió qui era cierto se puso a bailar der gusto. Entónceh, hijito e mi arma, l’ entrró tuitito er cuidao con la mata; como seria di harto que la cuidaron que la mata creció tanto que llegó hast’ ar cielo.
Como nu era tiempo e fruta, la mata estaba pelá.
La vieja se cansó e tanto cuidar la mata, i un dia llamó ar viejo i le ijo: «mira, eh lesera que noh estemoh matando en cuidar esa mata cuando no noh da na, asi eh qu’ eh mejor que la cortemoh i la vendamoh pa leña». Er viejo se quió callao, porque vió qui era tontera hacerla peazoh, porque cuando llegara er tiempo e fruta poirian sacar mah provecho.
Tooh loh diah era una pelea que tenia que tener porque no cortaba la mata.
Una mañana le dió tanta rabia al viejo porque la vieja lo llevaba retando, que le ijo: «arreglám’ er capachito con el cocavin[32] p’al camíno». La vieja li arregló er capacho, se lu ejó encima di una mesa i se jué a su cuarto. Er viejo tomó er capacho i salió i en veh d’ irse a peír limosna, como lu hacía siempre, se jué por detrráh e la cerca hast’ onde es{36}taba la mata e coile. Una veh que llegó se sentó i se puso a pensar qui haria con la mata, porque no queria cortarla p’ aprovecharl’ er fruto; pero si no la cortaba, pasaria peliando con la vieja, i como la queria tanto, tampoco queria hacerla rabiar.
Por fin despueh de tanto pensar, se li ocurrió ir a ver a Dioh pa peírle algun consejo; si amarró bien er capachito a la cintura i se puso a subir de gancho en gancho... de gancho en gancho... de gancho en gancho... de gancho en gancho.... (se puede repetir las veces que uno quiera) hasta que llegó ar cielo i llamó. Salió San Peiro i le preduntó qué queria, i er viejito le contó too lo que le pasaba. Entónceh San Peiro se jué a hablar con Dioh i a icirle too lo que er viejito li acavaba e contar. Dioh le ijo que le diera una varillit’ e virtú i que no le pidiera a ella mah de lo que necesitaba, porqu’ entónceh se la quitaba. Salió San Peiro con la varillita i le repitió ar viejito lo que Dioh li habia dicho, er viejo prometió hacerlo, dio lah graciah i se vino de gancho en gancho... de gancho en gancho... de gancho en gancho... de gancho en gancho.... (se repite muchas veces).
A too esto la vieja lloraba com’ una Maudalena porqui hacia doh diah qu’ er viejo no llegaba a la casa i estaba arrepentía di haber pelíao con él. A veceh pensaba que lu habrian muerto i qu’ en la noche l’ iba penar, i pensando que pudiera ser cierto, se lo pasaba rezando toa la noche.
Er viejo, en cuanto bajó, le ijo a la varillita: «varillit’ e virtú, por la virtú que Dioh ti ha dao dami un terno bien chatrre[33], un güen sombrero i un rico par de zapatoh», i en un ratito s’ encontrró con que tenia elante too lo qui habia pedío. Entónceh se vistió i se jué a su casa, gorpió en la port’ e calle i salió la vieja. La vieja no lo conoció ar verlo tan pijote[34] i toa cortá le preduntó: «¿a quién busca er señor?» Er viejo se puso a réir de ver que no lo conocia, i le{37} contestó: «¿Ya no me conocíh? ¿no conocíh a tu viejo que tanto lo retabai porque no cortaba la mat’ e coile?» La vieja casi se murió er susto, porque créida qu’estaba soñando o que su marío la’ staba penando. Er viejo ar verla tan asustá, le dió un abrazo i dentrró a contarle lo que li habia pasao i le mostrró la varillita i le ijo too lo que li habian mandao. A la vieja se le pasó er susto i le pidió perdon, i le prometió no hacerlo rabiar mah.
Lijerito prencipiaron a peirle muchah cosah a la varillita, toah mui necesariah: le pidieron ropa, muebleh, i por fin una mesa con los mejoreh manjareh i vinoh; i too lo tuvieron.
Er viejo pa’star mejor con Dioh, agarró la costumbre d’ir tooh loh diah a misa; i por mieo e que la vieja no juera a peír lo que no necesitaba, se llevó la varilla i la pasó a ejar ondi una comaire qu’ehtaba cerca e la parroquia. Despuéh que saluó a la comaire, le pidió que le guardara la varillita i que no se la juera a perder. Cuando el viejo se jué, la comaire se quió pensando qué cosa tenrría la varillita, cuando er viejo se l’habia encargao tanto. Despuéh e mucho pensar se figuró que poiría ser de virtú i quiso ver si era cierto: sacó la varillita di ond’estaba guardá i le pidió que le diera un vestío; lijerito se le apareció er vestío. Entónceh la comaire pensó quitársela, i se jué a l’arbolea a ver si habia arguna igual pa cambiársela. Despuéh de mucho buscar encontrró una, la trrajo i la pus’ond’ estaba l’otrra. Cuando gorbió, er viejo le pidió la varillita, le dió lah graciah a la comaire i se jué armorzar. Despuéh que llegó a la casa hizo poner la mesa, agarró la varillita i prencipió a peirle, pero se cansó e tanto peír i ver que no si aparecia na. Enojao mah qui un diablo, jué a cas’ e la comaire pa ver si se l’habia cambiao. Cuando llegó a cas’ e la comaire le ijo: «vengu a ver por qué me cambió mi varillita por esta tan feaza, comairita». La comaire le ijo: «no, compairito ¿cómo cre que yo voi hacer una cosa semejante con usté cuando yo a usté lo apreceo tanto?»
Er viejo, viendo que no sacaba na, gorbió a su casa i le ijo a la vieja que le aprontara er capachito con el cocavin,{38} porqu’ iba a peir otrra virtú. La vieja le preparó er capachito i s’espidió der viejo desiándole un güen viaje.
Er viejo si amarró er capachito a la cintura i jué a la mat’ e coile i se puso a subir de gancho en gancho... de gancho en gancho... de gancho en gancho... de gancho en gancho... hasta que llegó arriba i contó lo que li habia pasao. San Peiro le preduntó que qué cosa queria ahora, i er viejo le contestó: «unoh mantelitoh que cuando se destiendan en una mesa aparezcan cubiertoh de lah mejoreh comiah-San Peiro le trajo loh mantelitoh i l’hizo lah mismah recomendacioneh qui ánteh. Er viejo le dió lah graciah i se vino de gancho en gancho... de gancho en gancho... de gancho en gancho... de gancho en gancho... hasta que llegó a la casa, destendió loh mantelitoh i se pusieron a comer. Despuéh qui acabaron de comer doblaron loh mantelitoh i se jueron a dormir.
Al otrro día, comu e costumbre, er viejo se jué a misa i se llevó loh mantelitoh, loh pasó a ejar onde la comaire i l’encargó que no loh destendiera porque s’iba enojar.
En cuanto se jué er viejo, la comaire sacó loh mantelitoh i loh puso encim’ e la mesa. Lijerito se li apareció una mesa e banquete con loh mejoreh licoreh i manjareh de loh mah esquisitoh. Mah que corriendo jué la comaire a cambiar loh mantelitoh. Loh cambió i esperó que llegara er viejo. Al ratito llegó er viejo, tomó loh mantelitoh i se jué, i comu iba con much’hambre, en cuanto llegó a la casa destendió loh mantelitoh; pero con mucho susto d’él vió que loh mantelitoh se quiaron destendíos i no si aparecia la comia.
Entónceh llamó a la vieja i le contó lo que li habia pasao con la comaire i le prometió castigar á la comaire. Hizo que li arreglara er capachito i se jué a ver a San Peiro.
Anteh e salir le ijo a la vieja que se pusiera ebaju e la mata por si le pasaba argo, porque ya habia subio doh veceh i no le quiaban juerzas i no se juera a quer.
La vieja lu acompañó hasta la mata, i er viejo prencipió a subir de gancho en gancho... de gancho en gancho... de gancho en gancho... de gancho en gancho,... i comu iba{39} mui cansao, no llegó mah qui hasta la mitá i se puso a ormir. Cuando estaba urmiendo le bajaron ganah e miar i se puso a miar. La vieja, qu’estaba abajo, recibió too lo qu’el viejo miaba. La vieja icia: «miren loh anjelitoh como están botando la mistela». Al poco rato ar viejo le vinieron ganah ’ensuciar i se puso hacerlo. La vieja sintió qui algo quéida i dijo: «miren loh anjelitoh como están tirando loh manjareh i confiteh, i mi viejo está allá gozando, i yo ¿por qué no gozo?» I si apuraba en recojer too lo que quéida.
En de que[35] amaneció, er viejo siguió subiendo de gancho en gancho... de gancho en gancho... de gancho en gancho... de gancho en gancho... hasta que llegó ar cielo i le contó a San Peiro lo que li habia pasao. San Peiro le mosrró muchah virtúeh i le ijo que descojiera por úrtima veh, porque si esta úrtima la perdia ya no li aba ni una mah. Er viejo descojió un rollo de varillas que alli estaba mui bien engüerto, le dió lah graciah a San Peiro por úrtima veh i prencipió a bajarse de gancho en gancho... de gancho en gancho... de gancho en gancho... de gancho en gancho... i en cuanto llegó ar suelo, le contó a la vieja lo que San Peiro li habia icho.
Comió bastantazo i se jué a ormir.
Al otro dia se jué tempranito a misa, i pasó, como siempre, onde la comaire. Cuando llegó allá l’entrregó el paquet’e varillah i le ijo: «mire, comaire, aquí trreigo otrro encarguito, i no vaya a ser cosa que se vaya perder como loh demáh; per una cosa le voi a icir: que no le iga ar paquete: sargan, palitoh; porqu’entonceh no respondo yo.»
El viejo se jué a misa i la comaire se quió pensando si haria lo qu’er viejo li habia icho. Por fin, despuéh e mucho pensar dijo: «sargan, palitoh», i salieron del paquete, hijito e mi alma, una pila e palitoh que se gorbian locoh pegándole a la comaire, que casi la mataron. ¡Güeno en pegarle hartazo!
Cuandu er viejo gorbió e misa, encontrró que loh palitoh tuavia l’estaban dando duro a la comaire i ya la tenian me{40}dia muerta; i entónceh er viejo le ijo que si no l’entrregaba lah demáh virtúeh que li habia robao, qui haria que loh palitoh la matasen. La comaire l’ entrregó lah virtúeh, i er viejo, en castigo e toah lah mardáeh que la comaire li habia hecho, mandó a loh palitoh que le siguieran pegando, hasta que la mataron.
I loh viejoh se jueron a gozar de lah virtúeh, i vivieron muchoh añoh mui feliceh i siguieron cuidando mucho la mat’ e coile.
Compárese este cuento con el siguiente, pehuenche, que transcribo de los Estudios Araucanos del Dr. Rodolfo Lenz, VIII, 3, pájinas 293-296:
«Entónces hubo un viejo indio. Subió al cielo; entró en el cielo; alcanzó Dios a verlo.»
—¿Cómo es que andas por acá? se le dijo a ese viejo.
—Soi pobre, pues, padre Dios; por eso vine, vengo a pedir (algo) de tí, padre Dios! pasó a decir en el cielo ese viejo.
—Está bien, pues, le contestaron; (i) le dieron un paño.
«Cualquiera cosa le pedirás a este paño,» se dijo a ese viejo.
Entónces volvió (i) llegó, a esta tierra trayendo su paño.
Lo dejó encargado a una mujer.
—«¡Que se llene el paño!» no me lo digas a mi paño, dijo ese viejo.
—¿Por qué será, «¡que se llene el paño! no me lo digas a mi paño,» me dijo ese hombre, dijo esa mujer.
Entónces estendió ese paño.
«¡Que se llene el paño!» dijo esa mujer. Así se llenó, dicen, de plata.
Despues de alojar llegó ese viejo. Entónces pasó a preguntar, por su paño.{41}
—Se perdió tu paño, se dijo a ese viejo.
Entónces volvió. Otra vez se encaminó al cielo; llegó.
—¿Qué quieres otra vez? le dijeron.
—Otra vez vengo a pedir (algo) a Dios, dijo.
Entónces le dieron un hongo; fué dejado atado en un trapito.
—Cuando se acaben tus hongos «¡que se llene!» le dices no mas, dijeron a ese viejo.
Entónces llegó a esta tierra.
Entónces lo dejó encargado otra vez a esa mujer.
—«¡Que se llene el trapito!» no se me lo digas a mi trapo, dijo ese viejo.
—¿Por qué «que no se llene el trapo» no se me lo digas a mi trapo, me dijo ese viejo? dijo esa mujer.
«¡Qué se llene el trapo!» dijo esa mujer.
Así se llenó de hongos ese trapo.
Entónces el otro día, se encaminó, para ir a buscar su trapo, ese viejo. Llegó.
—Vengo a buscar mi trapo, pasó a decir ese viejo.
Entónces:—Se perdió tu trapo, se le dijo a ese viejo.
Volvió ese viejo. «Otra vez iré al cielo» dijo.
Otra vez se encaminó al cielo.
Llegó al cielo.
—¿Qué quieres? le dijeron.
Otra vez vengo a pedir, pues, dijo el viejo.
—I ¿lo que llevaste? qué lo hiciste? le dijeron.
—Lo dejaba encargado a una mujer: «¡se perdió!» me dijeron, pues, dijo ese viejo.
Entónces le dieron un talero[36].
—«¡Levántate, talero!» no le dirás, le dijeron a ese viejo.
Entónces volvió. Llegó a esta tierra; fué a encargarlo a esa mujer su talero.
—«¡Levántate talero!» no me lo digas a mi talero, dijo ese viejo.{42}
—¿Por qué me dijo eso? dijo esa mujer.
«¡Levántate, talero!» dijo esa mujer.
Entónces así se levantó ese talero, la azotó mucho. Fué azotada, esa mujer. Gritó esa mujer, casi (la) mató.»
I en la pájina 355 encuentro la nota que sigue, referente a este cuento:
«Este cuento es evidentemente de oríjen europeo. En el cuento popular francés Le Bonhomme Maugréant, éste recibe de San Pedro primero una canasta de la cual salen panecitos i pescado frito; cuando el tabernero i su mujer se la han cambiado, el santo le da un gallo que bota piedras finas, que sufre la misma suerte que la canasta: al fin el «palo sal del saco» obliga al tabernero a devolverlo todo i San Pedro se lleva todas las tres cosas al cielo.
Mui semejante es tambien el cuento número 36 de la coleccion de los hermanos Grimm. «Mesa sírvete, asno de oro i palo sal del saco», sólo que ahí cada prenda es el premio de trabajo de uno de los tres hermanos. El menor con su palo recobra las cosas que el tabernero ha sustraido a los otros dos.»
Todavía voi a agregar una tonada, de estructura diferente a la de las piezas anteriores, pero que puede calificarse como de nunca acabar; es la de
Sustitúyanse a pava, polla, torcaza, los nombres de otras aves: paloma, gallina, pata, lloica,[37] queltehue,[38] diuca,[39] etc., etc., i se tendrá una tonada de nunca acabar.{44}
Desnudo de todo comentario entrego este corto material para que vaya a acrecentar el pequeño acervo que a Chile corresponde en el vastísimo campo folk-lórico, i con objeto de que, comparadas estas piezas con las análogas que existen en todos los paises civilizados, i talvez en muchos salvajes, se deduzcan las conclusiones que de tal estudio puedan derivarse.
NOTAS:
[1] Castigo en forma de azotes que se daban en las palmas de las manos a los colejiales.
[2] El tugar (ántes tugargajo) se juega entre varios niños. Uno de ellos oculta un pañuelo arreglado en forma de látigo, e inmediatamente se dirije a la capilla, donde están los otros, gritando tugar, tugar, salir a buscar... tugar, tugar, salir a buscar... (antes se decía tu... gar... gâjo... tu... gar... gâjo). Cuando los niños se hallan distantes del sitio en que está oculto el pañuelo, el que manda el juego dice, frio, frio, como el agua del rio; cuando se acercan, caliente, caliente, como el aguardiente; cuando están mui próximos, que se quema, que se quema; i en el momento en que uno de los chicos toma el pañuelo, se quemó, se quemó, a cuya voz huyen todos perseguidos por el que tiene el pañuelo, con el cual trata de darles de azotes hasta que llegan a la capilla, sitio en que los jugadores quedan libres de toda pena. El que ha encontrado el pañuelo va a esconderlo de nuevo, i el juego continúa en la forma ya dicha.
[3] Los huevos. Se colocan cuatro niños en los rincones de una pieza, o mas bien de un patio. Otro niño se acerca sucesivamente a ellos preguntándoles ¿hai huevos?, a lo cual le contestan, a l’otrr’esquina por ei (a la otra esquina, por ahí). Cuando el quinto niño va de un rincón a otro, cambian precipitadamente de lugar los que quedan a su espalda, i si logra tomar el sitio de uno de éstos en el instante en que está desocupado, el desposeido queda en el medio i pasa a hacer la pregunta ¿hai huevos? hasta que consigue ocupar un rincon. Este juego suelen hacerlo de prenda.
[4] El cuento del Compadrito leon, potito quemado, que éste es su nombre completo, es mui largo para ponerlo en nota. Lo contaré en otra ocasion.
La espresion chilena mas que no sea equivale al castellano siquiera.
[5] Chacharacha, cosa de escaso valor.
[6] Lacho, elegante, enamorado, amante.
[7] Potito, diminutivo de poto, trasero, asentaderas.
[8] Cutama, bolson, saco.
[9] No sé que signifique este vocablo. Puede que tenga que ver algo con zarapito, nombre del ave del órden de las zancudas conocida vulgarmente entre nosotros por perdiz de mar (Numenius). Si así fuera, podria referirse a los gatos cenceños, cuyas piernas, por efecto de la delgadez del cuerpo, se ven mas largas que de ordinario.
[10] Cantos Populares Españoles, recojidos, ordenados e ilustrados por Francisco Rodríguez Marin. Sevilla, 1882-1883.—5 vols. en 8.º
[11] Diccionario Provincial casi-razonado de Vozes Cubanas, por el Auditor hon.º de Marina D. Estéban Pichardo. Tercera edicion, notablemente aumentada i correjida. Habana, 1861.—1 vol. en 4.º—Pájina 112, col. 2, voz Gallo.
[12] Cachos, cuernos.
[13] Ranchito, diminutivo de rancho, choza pajiza.
[14] El zorzal de Chile es el Turdus falklandicus.
[15] Calle de la Nevería, mas conocida por de la Nievería, es la actual calle de 21 de Mayo, de Santiago, nombre que se le puso en conmemoración del combate naval de Iquique ocurrido en aquel dia del año 1879.
[16] Cheuto, labihendido.
[17] Fililo, por pililo, zaparrastroso, harapiento.
[18] Bochi, bochinche, alboroto, pendencia.
[19] De todos los diachos, de todos los diablos.
[20] Faco por paco, policial, jendarme.
[21] Fito por pito, instrumento de caña, i mas jeneralmente de hueso, con que los policiales se llaman unos a otros por medio de toques especiales.
[22] La palabra cortada que sirve para reentrar en el cuento, es poto, trasero, asentaderas.
[23] Fundillos, fondillos.
[24] Cóguil, coil o coile, una enredadera con fruto comestible, Lardizabala biternata.
[25] Tenca, Mimus thenca, avecita cantora mui comun.
[26] Tomar, beber.
[27] Cuentos, oraciones, adivinas i refranes populares e infantiles recojidos por Fernan Caballero. Segunda edicion. Madrid, 1880.—1 vol. en 8.º
[28] Este cuento apareció en las pájinas 183, 184 y 185 del Almanak Popular Brazileiro para el año 1897, publicado por Alberto T. Rodrigues, de Porto Alegre, tomándolo de la obra Contos Populares Portuguezes de Adolfo Coelho.
Carochinha es una palabra que en portugues designa un mito popular, diablita o brujita. Contos da Carochinha es una espresion familiar, que equivale a cuentos para niños, puerilidades, aproximadamente, cuentos de hadas. (Nota del traductor).
[29] Las haches finales indican una pequeña aspiracion con que el chileno sustituye las eses en que terminan los plurales. Lo mismo he debido escribir las eses en medio de diccion, como en uhté, usted; suhto, susto; pero no lo he hecho por no dificultar la lectura. De igual manera debí escribir el cuento de La Tenquita, pero no usé esa ortografía por la razon espresada.
[30] Ni por cuando, espresion que se usa para denotar un largo espacio de tiempo, nunca mas, ya no, etc.
[31] La media mata. El medio la media antepuestos a un sustantivo, sirven al pueblo para aumentar el significado del sustantivo que les sigue; así la media mata, es como si dijéramos mata mui grande.
[32] Cocavin, provisiones lijeras para el camino.
[33] Chatre, elegante.
[34] Pijote, aumentativo de pije, lechuguino, pisaverde, elegante.
[35] En de que, en cuanto, desde que.
[36] Un chicote indíjena, usado tambien por los arjentinos, que lo llaman «talero».
[37] Lloica, vulgarmente loica, Sturnella militaris.
[38] Queltehue o tregle, Vanellus cayenensis.
[39] Diuca, Fringuilla diuca.